Lección indispensable
Deja así las almohadas,
no las cubras.
Ni despereces la colcha y su jardín
de estampados ansiosos.
En él hemos jugado a ser eternos,
a recoger las mínimas migajas del placer
con que la vida quiere agasajar
nuestra bella osadía.
No importa que lo sepan:
tú yo hemos pasado
dos horas de eterno regocijo,
y nos hemos amado
como si el tiempo nos perteneciera.
Ahora llega la noche.
Te bañas y despides,
con esa sonrisa que amo tanto,
placentera, feliz, cómplice, mía.
Aquí, donde nos hemos dado tanta luz,
uno en el otro.
Yo, fundida a la ternura.
Tú, con el halago tierno
de quien se ha vuelto experto de caricias.
Conmigo has aprendido
esa alta ciencia mutua del placer
y eres converso aventajado
en esta hermosa devoción del gozo.
Vuelve mañana, amado.
Que tenemos aún mucha materia
para aprender despacio y dulcemente.
Julieta Dobles.
Renso Castaneda Zevallos.
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