La casa vacía.
Nadie más en la casa.
Un frío, un silencio que prolonga
las paredes. La luz ardiendo
al fondo de la sala. Una mesa
con varios libros
—todos de poemas—.
Se sienta. Abre
el de todos los días, acaricia
con sus dedos la página. Lo cierra.
Se pone en pie. Pasea. Redescubre
las estancias vacías,
la oscuridad que nubla los objetos.
Ciegos, como él, ciegos.
Escucha
la nada tan de cerca,
la voz del miedo,
el tic tac de ningún reloj,
la ausencia,
el ruido de las sombras.
Vuelve por el pasillo
—un destello de nadie
atraviesa la ventana, la luz
es frágil un momento—. Cruza
el umbral de la puerta del salón,
avanza hacia la mesa. Coge
el mismo libro de poemas. Busca
la misma página de antes.
Mientras recita
con su apagada voz,
una lágrima vierte
como sombra nacida de otra sombra.
Nadie le escucha.
Rubén Martín Díaz.
"Portrait of a Man Holding a Book" Rogier van der Weyden.
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